Los niños de la calle
son sólo ángeles,
caídos en la tierra
donde quiera,
llevando como insignia
y por bandera
dos manos que son gemas
pedigüeñas.
Se ríen con descaro
si se juntan,
y cuando están solos
se avergüenzan,
de sus bocas infantiles
salen crudas
las palabras aprendidas
sin maestras.
Sus piecitos van rodando
sin destinos
no hay control en sus caminos
sin fronteras,
y no saben de ambiciones
ni de metas...
el rencor llena sus vidas
y rebeldes la palean.
Sociedad que se molesta
si estos niños la codean,
¿a quién deberá culparse
por sus mísera existencias,
Si nacieron y ya están,
sufren, lloran, ríen, cantan
y también, a veces, sueñan.
Si tan sólo rescatáramos
a alguno
y cambiar su cruel destino
se pudiera.
Si tratamos de sacarlo
de la calle,
y le damos con cariño
alguna meta.
Por cada niño así recuperado
la Bendición del cielo
nos cubriera...
Que los niños son de Dios
y aún en la calle
hay que ampararlos
y es de todos la proeza.
No dejemos de luchar
por esas vidas...
comprendamos y amparemos
su inocencia.
Y ayudemos a sacarlos
del peligro
que la calle los envuelve
con la droga y el delito;
fríos, sucios,
mal comidos;
soportando sin clemencia
sus destinos.
Nadia Soledad Lordó
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